¿En qué momento empezamos a despegar? No hacia la luna, sino fuera de nosotros mismos. Despegado de las relaciones, de la familia, del trabajo, de la rutina…
La vida ha cambiado muchísimo en estas últimas décadas, y aunque muchos de nosotros hayamos comenzado a reflexionar sobre ello ahora, en los noventa Zygmunt Bauman, el sociólogo polaco padre de la “modernidad líquida”, ya nos prevenía de lo que iba a suceder con las siguientes palabras: “La vida líquida rompe con las estructuras del pasado.”
Abstenerse millennials
Cuando éramos pequeños y hablábamos del futuro, muchos de nosotros nos veíamos trabajando en el negocio que levantaron nuestros padres (caso de tener unos padres emprendedores), o bien estudiando alguna diplomatura o licenciatura que nos garantizara un puesto de trabajo fijo, como podía ser la carrera de derecho, alguna ingeniería, empresariales, derecho o incluso medicina para los más estudiosos. Aquel a quien se le ocurriera decir eso de “¡Yo quiero ser actor!”, ya podía prepararse para el chaparrón de miradas de censura que le iban a caer.
Por otro lado, el concepto de familia de entonces no tiene nada que ver con el de ahora. Me acuerdo del primer caso de divorcio que se dio entre los padres de una compañera de clase. Para la mayoría fue un golpe duro, seguramente fue la primera vez que muchos entendimos que nada es para siempre. Pero eso no tiene por qué ser malo. Hemos aprendido a liberarnos de todo aquello que nos ata y no nos hace ningún bien.
No es que cualquier tiempo pasado fuera mejor, pero…
Zygmunt Bauman dice que en la vida actual nada es sólido. Conceptos como patria, familia, empleo o compromiso son temporales. En sus múltiples libros, el filósofo polaco denunció el individualismo y la desigualdad que marcan la vida moderna:
Amor líquido
Últimamente parece que la palabra compromiso provoca una especie de reacción alérgica. Nada tienen que ver las relaciones amorosas de hoy en día con la de nuestros padres. Ahora importa el ego. Nos hemos vuelto más individualistas, menos dependientes e incluso más egoístas. El ser humano ha dejado de mirar por los demás para mirar por sus propios intereses. Esto tiene sus lados buenos, sobre todo relacionándolo con el instinto de supervivencia, pero también es peligroso dado que puede alejarnos de todo lo bueno que nos aportan las relaciones humanas.
Ciudadanos del mundo
El instinto explorador lo tenemos desde los tiempos en los que éramos unos primates. El ser humano necesita salir ahí fuera para comprender el mundo desde diferentes culturas. Muchos jóvenes suelen coger un año sabático para viajar y buscar nuevas experiencias, pero sin echar raíces en ningún lugar… ¡no vaya a ser que les quiten la libertad!
Se acabó el mismo puesto de trabajo para toda la vida
Estamos ante una nueva filosofía del mundo laboral que nuestros padres no acaban de entender. Cuando ellos acabaron sus estudios enseguida comenzaron a trabajar en un puesto hasta que les llegó la jubilación tras 40 años de servicio para la misma empresa.
Hoy en día, las empresas buscan a personas con experiencias en distintos puestos de trabajo, una gran capacidad de reinventarse y con disponibilidad de viajar.
La voz de Zygmunt Bauman se apagó en enero de 2017, cuando el maestro tenía 91 años, pero hoy sigue más vigente que nunca.
Fuente vía: Hipertextual